Llovera reniega del papel de héroe: «Tengo brazos, ojos, orejas…»

1 01 2017

El primer discapacitado con licencia para competir inicia el lunes su quinto Dakar: «Cada uno tiene lo suyo: hipoteca, enfermedad, te deja la novia…»

01/01/2017 10:15

«¿Héroe? ¿Yo? ¡Qué va!». Albert Llovera (Andorra, 1966) recuerda que fue el primer discapacitado que obtuvo la licencia para competir, y que actualmente hay 47 pilotos en Europa que, como él, demuestran su valía en el volante. Pero se niega a que le tilden como alguien mejor que el resto. Habla con prisa, como corre, y cada frase alberga una experiencia. Se nota que es conferenciante más allá del aventurero que este lunes inicia su quinto Rally Dakar.

«Esto es adictivo para muchos, pero no para mí. Si no fuera a mi quinto Dakar, no se acabaría el mundo, hay más cosas en la vida. A veces nos dicen que somos héroes. No. Un héroe es quien no sabe a dónde va, se tiene que ir de casa con una mano delante y otra atrás, o se le muere la familia en una guerra. Nosotros hacemos lo que nos gusta, pero hay diferencias», argumenta este piloto a quien la organización ha calificado como «loco» más de una vez.

«Creo que tengo una forma de ser muy latina, que choca con la gente a la que le montan todo. Los demás somos aventureros. Yo curro como un loco todo el día». Desde que se levanta, sube al camión con un sistema de poleas y soporta como puede el calor infernal y los innumerables golpes de la máquina. Para llegar ahí, ha tenido que compaginar su trabajo en una ortopedia con sus conferencias motivacionales y la búsqueda de patrocinadores. «Paso entre 200 y 250 días fuera de casa. Soy mi mánager y el director general». El presupuesto para cumplir su sueño es de unos 400.000 euros, aunque cuenta que él aporta «un tercio». Es decir: esta es la locura de un cuerdo. El sueño de un tipo despierto. «Además del Dakar, hice el Mundial de Rallys, el campeonato de Rallycross y todas las disciplinas posibles. Me encantan los rallys, sea asfalto, arena o nieve. Hago de todo; intento divertirme mucho y disfrutar de la competición como de la vida».

Y es que, aunque esté en una silla de ruedas desde los 18 años, nada le frena. «Tengo una discapacidad de lujo: tengo los dedos, los brazos, los ojos, el tacto, las orejas…, y hasta la cabeza, bastante bien [risas]. Con eso, la gente ve que aunque tengas un accidente en casa no te mueres lentamente. Siempre digo que no hace falta hacer el Dakar, porque todos tenemos una lucha diaria: quien no tiene una hipoteca, tiene una enfermedad o le ha dejado la novia. No sé. Cada uno tiene lo suyo. He pasado por otros tragos que no me gustan, pero sigo», cuenta sin más, sabedor de que, en mitad de la nada, volverá a hacerse la misma pregunta mientras mira al infinito. «¿Qué hago yo aquí? A 60 grados, hirviendo, enganchado en la arena… Se viven momentos críticos. Si eso no te pasa por la cabeza, eres Superman. Y no lo soy. Luego arrancas y a los 20 kilómetros estás disfrutando. Soy un privilegiado por estar ahí», afirma sobre un Dakar en el que se ven sus gestas, pero no «las 16 horas sin parar o el tiempo sin vacaciones». «No hago el esfuerzo por el Dakar. Llevo 20 años intentando superarme, no tengo que demostrarme nada. No sé dónde tengo los límites, pero hago las cosas por ilusión».

Ahora bien, cada vez que llega a meta y desciende con el sistema de poleas de su camión Tatra Jamal, comienza otro Dakar. «Acabo muy cascado las carreras. Me matan más las que tienen polvo y calor. En Bolivia habrá cinco etapas y no tres como antes, y lo pasaré mal. Desde la cintura hacia abajo no tengo mal de altura, pero esa parte de mi cuerpo no sabe lo que le pasa. Tengo espasmos, los sufro durante entre 15 y 20 horas al día. Y acabo aplastado. Me consume la energía. Así que los siguientes tres meses me recupero si me ha salido alguna yaga, trato de rehabilitar la cadera por estar tanto tiempo sentado recibiendo golpes, porque la zona de los abdominales queda mal. Además, pierdo entre seis centímetros de altura. Acabo mal, porque el Dakar no está pensado para nosotros», indica, mientras afirma que este año tendrá una gran novedad: una máquina que ha ingeniado el doctor Eduard Estivill, y que le permite descansar cuando duerma y no sufrir por las apneas que le golpean por no usar el diafragma.

«Es genial, a pesar de esas 16 horas de trabajo», resume Albert Llovera, con su ilusión intacta. Trigésimo quinto en 2016, pretende, sólo, pasarlo bien, y con un buen trago, como diría Constantino Cavafis.





El arquero que no ve la diana

18 07 2012

Visto en el mndo.es http://www.elmundo.es/elmundodeporte/2012/07/18/masdeporte/1342606076.html?a=afebb17f2b1e2e01456abc1e7fb31148&t=1342618452&numero=

La puntería es un don que sólo algunos poseen. Se mira al objetivo y se ejecuta el lanzamiento, mucho más difícil de lo que parece, pero la cosa se complica cuando no ves la diana, aunque ese no es problema para Im Dong Hyun. Un arquero clinicamente ciego que participará en los Juegos de Londres.

Ya participo en Atenas, quedó sexto a nivel individual y ganó la medalla de oro por naciones y repitió primera posición en Pekín con sus compatriotas surcoreanos. Este joven de 26 años, uno de los máximos favoritos para subirse a lo más alto del podio en tiro con arco no es capaz de ver el teclado de un ordenador.

Fuera del campo de tiro el surcoreano es, a todos los efectos, ciego. En países como EEUU no podría sacarse el carnet de conducir, pero a Im solo le basta con ‘sentir’ cuando dispara. ‘Cuando me fijo en la diana, miro hacia abajo y trato de diferenciar los colores, el resto no me supone ningún problema’, comentó a Reuters en una entrevista.

La ceguera es algo con lo que Im ha vivido por lo que, desde su punto de vista, no es una excusa para fallar ni motivo extra para alegrarse cuando consigue un título. Su palmarés y su segunda posición en el ranking FITA (Federación Internacional de Tiro con Arco) le convierten en uno de los mejores arqueros del momento.

No quiere gafas de ver ‘porque le hacen sentir menos cómodo cuando disparo’, confiesa Im, que también ha rechazado numerosas operaciones para mejorar la vista. Ataviado con unas gafas de sol o un gorro de pescador el arquero surcoreano se considera en igualdad de condiciones para competir con los demás.

Siguió los consejos de su profesor cuando tenía 10 años en la escuela primaria de Cheongju (a 100 km de Seúl) que le animó a que se dedicase al tiro con arco, tras verle jugar con un arco de juguete. Cinco años después sus padres tuvieron que darle un impulso al tambalearse su amor por el arco. En la Copa del Mundo en mayo de 2012, consigue el récord mundial en la ronda de 72 flechas (696 sobre 720), batiendo la marca que él mismo tenía.

Im sera uno de los 64 hombres que participará en Londres en el tiro con arco, será uno de los atletas a seguir en estos Juegos Olímpicos, como ya dijo la revista Time hace cuatro años.





Si te sientes bien, lo imposible es posible.

3 05 2011

Perdió la pierna por un accidente de moto, y se refugió en el golf. «Cuando juego me siento como Superman», dice.

Las grandes hazañas del deporte no solo están reservadas para los mejor dotados física o técnicamente. A veces un impedimento tan brutal como la pérdida de una pierna- justificación más que suficiente para que la mayoría se olvidase de cualquier tipo de práctica deportiva-, puede servir como preámbulo a una carrera deportiva cimentada con una extraordinaria capacidad de superación.

Continúa en: Si te sientes bien, lo imposible es posible (Artículo del Marca del día 3 de mayo en su edición de papel)

En el artículo, Manuel de los Santos hace mención como fuentes de motiovación a su mujer y a la película: «La leyenda de Bagger Vance«, protagonizada por Matt Damon y Will Smith y dirigida por Rorbert Redford.

He aquí un pequeño fragmento de la misma: La leyenda de Bagger Vance





Alain Robert, El «Spiderman» con vértigo

24 01 2009

El escalador francés, que sufre de vértigo crónico después de una caída, realizó ayer su primera ascensión en Madrid. Por Adrián Cornejo en el Zoo del Siglo XXI de El Mundo.

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Para él la ciudad es una cadena montañosa en la que, como en su vida, prácticamente no hay obstáculo insuperable. Es el Spiderman francés, el Bruce Lee de la escalada para los chinos, pero, de cerca, no tiene aureola de gran estrella. Ni se considera tal.

A Alain Robert le gusta sentirse libre y de ese modo trepa las mayores cumbres urbanas del mundo, solo en su aventura, sin emplear cuerda ni arnés, tal y como ayer coronó el Hotel Puerta de América de Madrid para promocionar el pegamento Super-Glue 3. …

El más famoso escalador del planeta, arrestado en incontables ocasiones por no pedir permiso para ejecutar sus retos, trepó por vez primera en la capital, sin mayor revuelo que el que organizaron los numerosos periodistas acreditados. No había casi curiosos ubicados cerca del edificio (de 55 metros de alto en una zona de poco tránsito peatonal), ni seria dificultad para el artífice, ni duda de que éste lo fuera a conseguir, conocido el curriculum del personaje. Ni siquiera la lluvia, que se atrevió a interferir mojando la estructura de aluminio por la que ascendió, incrementó la tensión de un show (más propicio para un primate que para un arácnido) que no llegó a 20 minutos.

Lo de ayer para Robert fue casi un juego de niños, como cuando, con tan sólo 12 primaveras, escaló las ocho plantas del edificio donde vivía para recuperar las llaves que se había olvidado dentro. Probablemente mucho menos.

Ha llovido desde aquel día, porque Spiderman ha coronado desde entonces los mayores y más vertiginosos rascacielos del planeta, con permiso o sin él, por puro interés crematístico o como denuncia contra, por ejemplo, la Guerra de Irak. Siempre con su lema y filosofía de vida: «Lo imposible lo es hasta que alguien demuestra lo contrario».

No se le ha resistido el edificio más alto del globo, el Taipei 101 (508 metros), ni sus antecesoras en el trono las Torres Petronas (452). Tampoco el Empire State (381) o la torre Sears (443), aunque el final de la ascensión de esta última, entre una densa niebla y una superficie que se tornó antiadherente, lo considere el más agónico de su existencia de 45 años.

Alain Robert, con tres hijos en el mundo, escala «para rechazar los valores de hiperseguridad», pero sobre todo «para dominar el miedo», la sensación de subir un edificio mientras todo le da vueltas. Porque sí, el hombre araña sin red ni efectos especiales, además de paredes imposibles, tiene que superar su vértigo crónico, secuela de una de sus siete caídas de altura. También la invalidez en un 66% de su cuerpo que, según la Seguridad Social Francesa, le provocó el más grave de sus accidentes. «Pero la invalidez no me da dinero», argumenta Robert.

Es Robert un hombre frío, que nunca piensa en el éxito sino en cada movimiento. Se prepara física y mentalmente antes de cada ascensión, estudia los edificios, pero luego duerme como un cesto antes de colgarse del mundo.

El francés, de 1,64 metros de altura y escasos 48 kilos de peso, dice que podría haber sobrevivido al 11-S, si le hubiera cogido en una planta inferior a donde impactó el avión. Tiene más limitaciones que cualquier humano y, por ello, lo que logra es inverosímil, heroico. Su próximo reto: coronar el futuro techo de España, uno de los rascacielos del Cuatro Torres Building Area.  

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LO DICHO Y HECHO
«Si hubiera estado en las Torres Gemelas el 11-S, quizá podría haber escapado»
1962: Nace en Valence, Francia. 1974: Se deja las llaves en casa y decide escalar ocho plantas para recuperarlas. 1982: Se cae desde 15 metros, iniciándose su vértigo crónico e invalidez parcial. 1999: Está a punto de morir en la torre Sears de Chicago. 2002: Se pone por vez primera el traje de Spiderman, en Caracas. 2004: Corona el Taipei 101, de 508 metros. 2008: Escala el Hotel Puerta de América de Madrid.

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La vela como salvavidas. Hilary Lister

16 01 2009

Hilary Lister

Esta tetrapléjica quería suicidarse hasta que descubrió la navegación; ahora viajará en solitario alrededor de su país. De no ser por la vela, Hilary Lister no habría sobrevivido a su enfermedad. Y no porque ésta la hubiera abatido, sino porque ella misma habría puesto fin a su sufrimiento. Tetrapléjica, encerrada en casa, y sin ilusiones, en 2003 había escrito varias cartas de despedida y había investigado las dosis de morfina que necesitaba para morir.

Entonces apareció un ángel sin alas. Un vecino que le propuso que fuera un día a navegar con Él. A regañadientes y por complacerle Hilary le dijo que sí. Y apenas se hizo a la mar había resucitado. “Me envolvieron hasta el cuello en una silla de jardín, me pusieron un tablón en las piernas y otro en la espalda y empezamos a navegar por el lago Westbere”, recuerda, “De pronto podía sentir el movimiento del agua contra el barco y no sentía el dolor. Los pájaros cantaban, el solo brillaba y yo pensé: ya está. Acababa de encenderse de nuevo la luz dentro de mí. Le había vuelto a encontrar un sentido a mi vida”

Desde entonces, Hilary ha vivido casi solo para la vela y ha afrontado con éxito diversos desafíos. En agosto de 2005 se convirtió en la primera tetrapléjica en cruzar en solitario el Canal de la Mancha y en julio de 2007 dio la vuelta en su barco a la isla de Wight.

En 2009 acometerá el reto que se le resiste: rodear ella sola Gran Bretaña a bordo de su velero. Hilary ya lo intentó el verano pasado pero se quedó a medias: sabotearon la hazaña el mal tiempo y los problemas técnicos. Este año se ha pertrechado mejor y cree que lo puede lograr: “Quizá fracase también esta vez y quizá muera, pero sin la vela habría muerto sin hacer ruido en un rincón. Si muero en el mar, moriré al menos haciendo lo que me gusta”.

Deseosa esta vez de completar su reto, Hilary navegará en una versión mejorada de su Artemio 20; un barco dotado de un sistema que le permite mover el timón y las velas a base de soplar y aspirar varios tubos. La idea es que avance durante el día y que al caer la tarde sea remolcada a puerto. Así cada día hasta completar su ruta.

Hilary no nació tetrapléjica. Fue descubriendo su distrofia muscular poco a poco y dolorosamente. Al principio era una niña que no paraba quieta: le daba al fútbol, al hockey, a la piragua, al rugby, a la hípica. Con 11 años empezaron a dolerle las rodillas y con 15 dejó súbitamente de andar. Decidió entonces dejar el deporte y centrarse en sus dos sueños infantiles: convertirse en bioquímica y aprender a tocar el clarinete. Los dos los cumplió. El primero sacando plaza en el Jesús College de Oxford pese a haber preparado su examen de acceso por su cuenta tras tener que dejar el internado por su silla de ruedas. El segundo, ganando una beca que la llevó a iniciar una gira de conciertos por Europa y a tocar en el Royal Albert Hall.  

Todo se vino abajo poco después de su boda, acontecida en 1999, cuando sus brazos perdieron definitivamente la movilidad. Incluida una incipiente carrera como nadadora paraolímpica, que acababa de arrancar con tesón y una cabezonería sin límites. Sin clarinete ni bioquímica y tampoco natación, Hilary Lister creyó que su vida había acabado. Hasta que descubrió el deporte de la vela.

Hoy vive con su esposo Clifford y su perro labrador en una casa adaptada donde abre la puerta, descuelga el teléfono o cambia los canales de la televisión con un interruptor accionado con su propia frente. Hilary toma 25 analgésicos al día y solo puede mover el cuello, los labios y los ojos. Suficiente para esbozar una sonrisa y mantenerse a flote en su barco.

Lo dicho y hecho «Quizá fracase esta vez, perio sin la vela habría muerto sin hacer ruido en un rincón»

1972 Nace en Hampshire. 1983 Empieza a notar los primeros dolores. 1987 Empieza a utilizar una silla de ruedas, tras serle diagnosticada una distrofia muscular. 1999 Queda tetrapléjica y piensa en suicidarse. 2003 Descubre la vela y recupera las ganas de vivir. 2005 Cruza el Canal de la Mancha. 2007 navega alrededor de la isla de Wight. 2008 El mal tiempo le obliga a suspender su reto de navegar alrededor de Gran Bretaña.

Día a día del intento de 2008 de circunvalar navegando Gran Bretaña (53 días)

Equipo de Hilary
Su equipo

Video publicado en telegraph.co.uk

http://www.hilarylister.com

 Por Eduardo Suárez





Aurora Villa atleta y oftalmóloga en los años 30

12 01 2009

Por Carmen Serna en el Mundo sección de opinión de 13 de noviembre de 2002 

 

Aurora Villa articulo

 

 

«A.Villa Oculista». Así rezaba un cartel colgado en 1.947 en la puerta de una consulta en Pontevedra. Cuando cruzaban el umbral, los enfermos se encontraban con una sorpresa. Tras esa enigmática A se escondía una de las primeras mujeres oftalmólogas de España, la única especialista en el tratamiento del estrabismo de aquella época.

 

Aurora Villa, fallecida el pasado sábado en Madrid a los 83 años, tuvo una vida demasiado intensa para lo que le permitía a una mujer de su época. Cuando el deporte femenino se consideraba un exotismo, ella fue nadadora, lanzadora de jabalina y de martillo, corredora de fondo, esquiadora y excursionista.

 

Cinéfila, bibliófila, conductora y profesora de gimnasia, su fuerte carácter le llevó a conseguir en la vida todo lo que se propuso rompiendo barreras que le parecían insalvables.

 

Nació en Madrid en una familia de músicos, pero siempre se consideró «ciudadana del mundo». Quiso estudiar Medicina a pesar de los consejos de sus padres, que preferían que fuera maestra. Se formó en el Instituto Escuela y empezó a ganarse la vida como profesora de Educación Física, especialidad entonces insólita para una fémina. El dinero de las clases le permitió ahorrar para estudiar Medicina. Su espíritu aventurero no se arredró ante las clases de disección: «Fue una impresión desagradable al principio. Antes de entrar en la sala miré por el ojo de la cerradura. El espectáculo me echaba hacia atrás, pero era necesario dominarse. ¿No lo habían hecho ya otras mujeres» Probé mi voluntad y quedé satisfecha».

 

Casi a la par que la Medicina nace su otra gran vocación: el deporte. Medio siglo antes del boom del deporte femenino, Aurora Villa participó en los segundos campeonatos de España de atletismo en 1934: compitió en 8 pruebas y ganó 3 (jabalina, altura y 600 metros). Practicó baloncesto, patinaje, esquí y montañismo, y ganó la travesía a nado de la Laguna de Peñalara. Fue esa afición a la natación lo que hizo de ella una de las fundadoras del Canoe.

 

Un repaso por el incipiente periodismo deportivo de los años 30 da idea del exotismo con que estaba considerado el deporte femenino de la época: «A. Aurora Villa, que patina, nada, salta, corre y lanza, le gusta la Medicina, el cine de vanguardia y es defensora del divorcio», rezaba un diario de la época. Por no hablar de los diarios machistas: «Se dice que la señorita Aurora Villa ha batido el record femenino de lanzamiento de martillo, que eso le servirá de mucho en la vida de casada y que los platos irán más lejos en caso de necesidad».

 

El deseo de aventura la llevó a Marruecos nada más terminar Medicina. No había trabajo en España y ella fue la primera mujer que decidió cruzar el Estrecho para ejercer. En plena guerra mundial, pasó tres años en Azcazalquivir y Tánger. Allí creó un centro de alimentación infantil y se ganó el favor de la gente (Era la única que entraba en sus casas).

 

Su marido obtuvo una plaza en Pontevedra y quiso volver a España con él. Allí montó su consulta y comenzó a luchar contra el estrabismo.

 

Su coraje era incompatible con la vida aburrida a la que estaban condenadas entonces las mujeres y la búsqueda del saber la llevó a Londres para perfeccionarse. En la capital inglesa se convirtió en la primera especialista española en el tratamiento del estrabismo y regresó con el material óptico necesario que hubo de introducir de contrabando por medio de un amigo gibraltareño.

 

Su consulta acogió desde entonces a miles de niños que encontraron en las expertas manos de la doctora Villa la solución a sus problemas de vista. «No tantos como me habría gustado». Esto que yo hago no es una industria con gente trabajando en cadena, sino algo artesanal, minucioso»

 

Aurora Villa, oftalmóloga y deportista, falleció en Madrid el 9 de noviembre a los 83 años